viernes, mayo 11, 2007

Cuando el "Paco" no dejaba volar a Manu


Una vez tuve la oportunidad de ver a Emanuel Ginóbili cuando aún jugaba para Estudiantes de Bahía Blanca en la Liga Nacional de Básquet. Era en la bombonerita, cuando el último campeón Boca, recibía al equipo Bahiense.

Fue un partido que nunca voy a olvidar por una jugada que protagonizó Ginóbili, aquel jugador que ya resonaba entre el público admirador del baloncesto

A pesar de ello, mis ojos no estuvieron puestos en él; porque mi curiosidad ya estaba instalada sobre otro jugador que vestía la casaca azul y amarilla clásica. Parecía un hombre de estatura normal (o sea muy pequeño para el básquet), que daba la impresión de ser un empleado de mantenimiento del club, que por algún motivo tuvieron que darle la musculosa del equipo para que reemplace a algún jugador ausente. Ni su cuerpo, ni su porte, ni la forma de caminar eran la de un basquetbolista típico.

En su espalda estaba impreso la “10”, y entre sus omóplatos estaba inscripto su apellido “Festa”.

De pronto empiezo a escuchar una fuerte ovación que caía de la tribuna. El canto no paraba de tararear el apellido del jugador, y éste, instantáneamente se da vuelta y mira de frente a la tribuna que lo aclama. Allí levanta sus brazos aplaudiendo como gesto de agradecimiento a sus hinchas.

Luego vuelve a darle la espalda y rápidamente le clava la mirada fija al árbitro del partido; el juez que trata de salir de su incomodidad, mira nerviosamente a sus asistentes con el pito en la boca para ver si ya se podía concretar el inicio del partido.

En el transcurso del juego, los primeros cuartos los dominaba claramente Boca, y me distraje de Festa por el show que estaba protagonizando el “colorado” Wolcowiski que nos deleitaba haciendo unas volcadas “tipo NBA”. Cuando arrancó la segunda etapa del partido, Estudiantes de Bahía comenzó a nivelarse en el tanteador, hasta que, en el último cuarto consigue una diferencia insuperable.

Entre una de las últimas jugadas, el iluminado Ginóbili logra recibir rápidamente un rebote defensivo, que lo encuentra corriendo sólo desde la mitad de la cancha mirando fijamente al aro, pensando las opciones de cómo puede definir esa jugada tan galácticamente. El problema de Manu es que todavía no jugaba en la NBA, sino que todavía estaba en la liga Argentina y que estaba jugando contra el siempre duro Boca.

En ese momento de la jugada, Festa corriendo las espalda de Manu, se arroja al piso y le cruza sus dos piernas sobre las del jugador Bahiense que estaba a punto de hacer un salto hacia el aro. En el lenguaje del fútbol se diría “lo barrió de atrás”, pero en el básquet esa jugada no tiene nombre porque es una acción inconcebible.

Los aplausos y los gritos se hicieron ensordecedores y nuevamente el “Olé, olé, Festaaaa, Festaaa”. Ginóbili -que a sus espaldas no podía ver-, no comprendía qué clase de fuerza opositora fue la que le había impedido elevarse, y que lo llevó directamente sobre el parquet de madera.

Finalmente cuando logra percatarse del nudo de piernas enredadas de los dos jugadores, su cara mostró un reflejo de asombro total.

El árbitro del partido después de pegar el pitazo que ensordeció a más de un espectador hizo la señal de T más aberrante que jamás halla visto en un partido de básquet; claro está que era una falta técnica más grande que una casa.

Ante semejante incertidumbre, me animo a preguntarle a unos hinchas cercanos quién era realmente este jugador que desconocía. Fervorosamente, una persona que compartía el tablón conmigo me respondió: “es Paco Festa, el Blas Armando Giunta del básquet”. “Una vez entrenó con el plantel de Fútbol de boca (cuando dirigía Carlos Bilardo), y este tipo de jugadas las hace siempre, porque es un tipo que tiene muchos huevos”. “Hasta llegó a cagarse a trompadas con el Loco Montenegro (otro personaje atípico de la historia del básquet argentino)”.

Otra casualidad de la vida me llevó poder entrevistarlo vía chat público, aunque solo le puede hacer una única pregunta; le hice recordar la jugada que tuvo con Manu y simplemente le pregunté el porqué hacer semejante defensa antideportiva. Él tranquilamente me contestó: “Con Ginóbili somos amigos y yo lo quiero un montón. Pero él bien sabe que cuando viene a mi casa, significa que viene a jugar en mi cancha y tiene que saber que acá tiene que estar preparado para cualquier cosa”.

 
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