En Campaña

Sentada entre medio de sus dos candidatos Neuquinos, Edgardo Kristensen y Beatriz Kreitman -que casualmente sus apellidos comienzan con la simbólica K-, Elisa Carrió intentó convencer durante 30 escasos minutos al publico presente, acerca de porqué sus candidatos debían ocupar las bancas dentro de la cámara baja del Congreso Nacional después del 28 de octubre.
Conservando su clásica mirada fría y penentrante sobre algún periodista o espectador cercano, pronunciaba las palabras que dibujaban el panorama político actual de nuestro país. Su rostro enmascarado de maquillaje brillante mostraba un tono serio e inmutable, aunque se dejaba anticipar levemente una cierta mueca de risa irónica producto de una futura bomba que venía construyendo en su mente, para luego detonarla desde sus cuerdas vocales graves e intensas. Los efectos de su onda expansiva discursiva fueron variados: a veces acompañados de risas, aplausos, o de largos y silenciosos momentos incómodos cuando oralmente desnudaba con agresividad ciertos aspectos referentes a la realidad de los neuquinos, y sobre el futuro que les deparará, el cual ella asegura que la verdadera crisis no es la actual, sino que se verá luego de las elecciones legislativas. Luego rompe su rostro con una sonrisa larga -producto de alguna frase ingeniosa- y de inmediato uno de sus ojos provoca un guiño involuntario que no tiene destinatario real.
Rápidamente se levantó de su silla para dar el saludo final, y así continuar con su estrepitosa gira, en simbiosis con la voracidad que corroen a los políticos en campaña como efecto de estos comicios adelantados. El itinerario de campaña la obligaba a evitar saludos y notas periodísticas para poder llegar a tiempo hacia sus próximos destinos: General Roca y San Carlos de Bariloche.
He aquí el fragmento más importante de su discurso, cuando fue interrogada acerca de la delicada situación económica y laboral en torno a la explotación del petróleo en la Provincia:

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